viernes, 13 de abril de 2007

¿Cursi Yoooo?

Me dijeron cursi el otro día. Y me dolió. Recordé el episodio del Chavo del ocho en el que doña Florinda y el profesor Jirafales cantaban a dúo “Somos cursi, sí, lo aceptamos”… Y empecé a revisarme, los mensajes que envío, la música que escucho, las cosas que leo, los objetos que adornan mi casa. Debo reconocerlo, tengo algo de cursi, pero que conste que yo no tengo la culpa.

Cuando yo era chiquito, las muchachas que trabajaban en casa se pasaban el santo día oyendo la radio a un volumen muy alto, ya fuera doña Flora la que planchaba, Negra, Nurys, o Romita, siempre estaba la emisora a todo dar con el programa “Una voz al caer la tarde”, o acaso “La tarde, tú y yo”, de manera que me acostumbré a hacer mis tareas con un fondo de canciones de amargue, y a fuerza me las grabé. Eran los años setenta, la época de los pantalones campana, las patillas, las corbatas de paramecios... y las canciones cursi.

Así pues, a los siete años ya sabía quienes eran Palito Ortega, Adamo, Leonardo Favio, Leo Dan y otras aberraciones que nos llegaron desde el cono sur, a la vez que Manolo Galván, Juan Bau, Danny Daniel y cuchucientos más nos martirizaban desde Europa (saco a Nino Bravo aparte porque confieso que aún me gustan algunas de sus canciones). Los artistas usaban nombres con nacionalidad incluida, como para darle más personalidad al cantante: Claudia de Colombia, Raphael de España, Nicola di Bari, Sandro de América… y por si todo esto fuera poco se empezaron a poner de moda las canciones habladas (perdónalos, Señor, perdónanos a todos). En este sentido destacaba una que decía “Hoy se prohíbe cantar, hoy solamente hablar”, y la mujer lloraba mares explicándole a un tipo por teléfono que tenía un hijo suyo y no sé cuántas cosas más. Esa era una de las preferidas de Nena, una chica que trabajaba en casa, y hacía que al escuchar esta canción o "La Hija de Nadie" la pobre llorara a moco tendido. La chica recobraba la compostura cuando sonaban las hermosísimas letras de "Chico de mi barrio, con la cara sucia y el cabello largo..."

La usanza era en aquel entonces llamar a la emisora y pedirle al locutor que la pusiera. El tipo entonces iniciaba la canción enunciando con su voz ombligofónica la consabida frase: “complaciendo peticiones, esta canción va dedicada para la señorita Nurys del sector de los Jardines Metropolitanos, de parte de niño Simón Eduardo" (¡qué emoción escuchar mi nombre en la radio!).
Traigo todo esto a colación porque hasta ahora he venido a explicarme por qué soy tan anormal. Mi tendencia al drama y la exageración deben venir de algún lado, creo que la planchadora de mi casa tiene gran parte de la responsabilidad. Y mis padres por no quererme comprar el Atari de mis sueños y dejar así que la radio ocupara el lugar de aquellos juegos "alienantes" (no entendía el significado, pero eso era lo que me decían del Atari).

Pues creo que soy un poco cursi, romanticón, meloso y medio pendejo, es cierto. Pero no entiendo cómo se permitía tanto ridículo en aquellos años. He hecho una investigación por Internet buscando a estos grandes señores de las canciones lacrimógenas y me he encontrado, horrorizado, que todavía se le rinde culto a la cursilería y el ridículo. Tuve que depurar la amplísima selección que hallé, y ahí les va el resultado:

1. En mi Hit Parade Cursi, la número uno sin lugar a dudas es “Mi corazón lloró”, una historia de un tipo que le habla a su hijo, pero éste no sabe que aquel es su papá. La voz gangosa del carajito ablandaba los corazones más insensibles. Si tienen unos minutos y un pañuelo a la mano, pueden entrar a la siguiente dirección:
https://www.youtube.com/watch?v=Ikc2zE9vjFA

2. Después de esta sobredosis de cursilería, el segundo lugar lo ocupa Palito Ortega con "Prometimos no Llorar". En la susodicha canción, aquel señor con nombre de mariquita que con todo el sadismo del mundo le decía a su amante en un café que iba a terminar con ella, pero que no llorara. Así va la cosa:
EL: Habíamos prometido no llorar...
ELLA: Perdoname (no es perdóname con acento en la o, es perdoname con acento en la A, a lo argentino)
EL: Quizàs esta sea la última vez que nos sentamos a tomar un café juntos.

Más adelante le da el tiro de gracia al decirle “Se enfría tu café, aquí nadie se tiene que sentir culpable, la gente nos mira por favor no llores más” (obvio, se lee 'shorés', y no 'llores').
Para colmo Palito no canta, y de fondo un lastímero Lai lalalalala in crescendo.
Si no se han cortado las venas a este punto pueden oír un pedazo de la canción en el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=juAATTYMdnE

3. En tercer lugar el infalible Leonardo Favio debuta con “La dicha que me fue negada”, la cual narra la llegada de este tipo a la Iglesia donde su mujer se va a casar con su mejor amigo (ah, por cierto, fue él quien los presentó). Nuestro cantante de marras, idiota donde los haya, tiene los timbales de entregar a la novia y desearles felicidad.
La historia completa, para los masoquistas, la hallan en el siguiente enlace:

https://www.youtube.com/watch?v=pfEOZWh3LZA

4. En cuarto lugar, y ya no sigo más porque me he ido deprimiendo a medida que avanzo, arrasa Leonardo Favio de nuevo con “La Foto de Carnet” . En este video clip, muy adelantado para su época, el tipo hizo un video-clip en el que sale con la cara pálida y el pelo partido al lado cual Barnabás Collins versión travestido (para colmo en la canción le dice a la muchacha que cuando vea un pajarito se acuerde de él).
El video, gracias a la magia de YouTube, lo podrán sufrir en el siguiente enlace:
http://www.youtube.com/watch?v=MDgBFpzDsDw

La lista es extensa, y abarca desde el simple masoquismo como hemos visto hasta el pesimismo en su máxima expresión. No vale la pena seguir adelante con esto, pues va en contra de mis ganas de vivir.

Llegados los ochenta ya fui víctima por voluntad propia de otras cursilerías como Pimpinela o La Maldita Primavera, remanentes de una época lacrimógena que reviso en mi mente con una mezcla de vergüenza y añoranza, pero siempre sonriendo, y no por las canciones de entonces, sino por las de ahora:
“Papi, no seas malo, dame con el palo”
“Dame, que estoy suelta como gavete”
“Acelera, que me gusta la cola e motora"


Ya lo ven, estamos simplemente ante otro tipo de masoquismo, esta vez sin melodías bonitas, ni interpretaciones teatrales, sin trajes de pana ni zapatos de charol. ¡Qué buenos tiempos eran aquellos!
Ahora si me lo permiten, debo dejar este escrito aquí, porque las lágrimas no me dejan ver bien el teclado...