sábado, 7 de marzo de 2015

Del Sol y su Llegada

En los países del Caribe, a uno le enseñan en la escuela las cuatro estaciones y luego uno sale a la calle para darse cuenta de que todo eso solo existe en los libros, porque el clima prácticamente permanece invariable todo el año. Nos hicieron aprender (hasta el día de hoy) las doce estrofas del poema de Salomé Ureña "La llegada del invierno", sin comprender la belleza con que la poetisa dominicana hacía saber en sus versos que tal cosa no existía en nuestra tierra. Yo no lo entendí hasta muchos años más tarde.
Tampoco me era fácil entender que mis amigos americanos siempre me preguntaban por el clima. ¡Qué obsesión con el tema!

Obviamente, todo eso ha cambiado desde que hace cuatro años me mudé a Dallas. Ya expresé en una ocasión que aquí no solo hay que ver el pronóstico del tiempo diariamente, sino que a veces hay que verlo más de una vez. "¿No te gusta el clima ahora? Pues espérate una hora" fue el consejo que recibí al llegar.

El caso es que me han tocado ya cuatro inviernos en estas tierras, y he tenido que adaptarme a la temperatura y a los fenómenos que trae cada estación. La primavera, que en libros solía ser de pajaritos y florecitas y demás clichés, ahora es para mí la época de los tornados y las alergias. El otoño que significaba en papeles cambio de colores y tal, ahora significa barrer más hojas y nuevas alergias. El verano siempre ha sido mi estación preferida: shorts y sandalias, escotes y descamisados, barbecues y piscinas, cenas al aire libre, y sobre todo el calor del sol.

Resulta que este último invierno ha sido el más crudo que me ha tocado en esta ciudad, y justo cuando pensé que ya llegaba a su final, pasó algo que no esperaba: siete días sin sol. No se trataba ya de adaptarse a la temperatura, del hielo y la nieve, sino de la ausencia del astro rey. Guardé mis gafas hasta nuevo aviso y entonces entendí lo que en verdad significa ser caribeño y haber sido criado debajo de un sol candente. Este clima tiene su nombre que aquí llaman 'dreadry' y cuya traducción sería aburrido, triste y sin vida; deprimente, monótono, sin interés, plano, y tedioso. Y claro, así mismo se le pone a uno el alma.

Fue por eso que al final del castigo de estos siete días publiqué algo en Facebook sobre la aparición del astro rey que alguien sugirió que siguiera y ampliara. Yo me dije que era una buena oportunidad para hacer el ejercicio de creatividad y desempolvar el blog.
Lo publico en ocasión del inicio del "daylight savings" que nos hará ver más luz del sol (ver la entrada de este blog "Spring ahead, fall behind".

Acompaño esta entrada con la foto de una de mis puestas de sol favoritas de todos los tiempos, captada por mi celular en Bellingham, una ciudad a una hora de Seatte, un lugar donde hay muchos días "dreary" al año pero que este día en particular me brindó un atardecer inolvidable.

Por un momento me pareció cursi este romance mío con el sol, pero luego recordé muchas canciones bonitas que han nacido con la misma inspiración, así que ahí va,

Insolación

Levántame temprano, levántame sin prisa,
avanza sigiloso, despiértame a la vida,
llégate hasta mi almohada, devuélveme la vista,
bésame las pestañas, achica mis pupilas,
que mis ojos abiertos te den la bienvenida.

Estrenemos el día tomados de la mano,
que se inunde la casa con toda tu presencia.
Llega con el recuerdo de amor apresurado,
de olor a desayuno, de sonido de greca,
de pregón matutino, de calle que despierta.

Ven, que haces mucha falta, que la tierra esta fría,
que mi piel necesita tu caricia ardorosa,
trae calor, luz y brillo, irradia tu energía,
dibuja los contornos, pon color a las cosas,
da vida a nuestro entorno, haz las sombras más cortas.

Camina por el cielo con tu blonda melena,
coquetea con las nubes, juega a las escondidas,
diviértete en tu paso, disfruta la faena
y deja que aquí abajo, mientras bailas arriba,
recibamos tu fuerza y transcurra la vida.

¡Oh, señor majestuoso de dorada sonrisa!,
si en un momento débil te tapo con el dedo,
si yo me polarizo en mi punto de vista,
si evita mi mirada tu mirada de fuego,
no lo tengas en cuenta, es solo un devaneo.

Dentro de algunas horas terminará su giro
el planeta que cuidas con tanto ardor y celo.
Despídete del día con arte y con estilo,
haznos que devolvamos la mirada hacia el cielo
y con broche de oro muéstranos tu talento.

Una veta amarilla, un brochazo naranja,
tonos de luces blancas en este enorme lienzo,
un leve rayo verde, una dorada franja,
violeta, azul, castaño, un color rojo fuego
y matices de rosa que se funden en negro.

Descansa, hasta mañana, duerme con las estrellas,
que en las horas que faltan para ver tu sonrisa
reflejará la luna de tu paso la huella,
hasta que en unas horas, tu cálida caricia
me levante temprano, me levante sin prisa.

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